sábado, 14 de enero de 2017

Gangas y pichinchas del verano

En Página 12 de hoy, Diego Fischerman anuncia novedades locales. La bajada de su nota dice: “La serie que acaba de llegar a la Argentina es un rescate de discos esenciales de Miles Davis, Ella Fitzgerald, Billie Holiday, Bill Evans y John Coltrane”.

Los monstruos que caben en una cajita

Los usos y los hábitos de escucha pueden haber cambiado. Para algunos, el viejo y buen LP de vinilo (y un giradiscos, qué duda cabe) volvieron a ser de esos objetos que los expertos en marketing denominan “aspiracionales”. Para otros, alejados de cualquier noción de fidelidad sonora, el celular o la computadora demostraron ser mucho más compactos aún que el compacto y, aunque se oiga mal (también se oían mal los pasacasetes, los walkman y los discman, por no hablar del Winco) la posibilidad de portar la Enciclopedia Británica del sonido en unos pocos centímetros cuadrados parece haber triunfado sobre otras consideraciones. Pero, a pesar de todo, el CD sigue ofreciendo una combinación insuperable de precio, comodidad y fidelidad sonora.

También con este soporte hubo, eventualmente, cambios. Algunos artistas –y unas pocas editoras– se han preocupado por ofrecer objetos difícilmente reemplazables por una lista de sonido, como los álbumes de la mezzo soprano Cecilia Bartoli, que incluyen lujosos libros, o las publicaciones que adjuntan DVDs. Y, por supuesto, cada tanto aparecen algunas pocas que por peso simbólico propio –como el último disco de David Bowie o las ediciones remasterizadas de The Beatles o Pink Floyd–, son capaces de romper records de venta como si el tiempo no hubiera sido veloz (Lebon dixit). Uno de los nuevos formatos exitosos es la cajita con 5 CD originales, en presentaciones que remedan las ediciones en vinilo y a muy bajo costo (Sony probó también la variante con 3). Warner  publicó de esta manera casi todo su catálogo histórico de soul y rhythm & blues (notables los volúmenes dedicados a Otis Redding, Wilson Pickett y Aretha Franklin), rock clásico, jazz e incluso música brasileña (los discos americanos de Jobim y los editados por ellos de Elis Regina y parte de los de Milton Nascimento). Y ahora llegan al mercado –también al local, afortunadamente– las editadas por Verve, que agrupan discos de algunos de los artistas más importantes de la historia del jazz a través de repertorios de ese sello y de otros que hoy están bajo su égida, como Prestige o Riverside.

El nombre de la serie es 5 Original Albums y una primera tanda publicada en la Argentina incluye los nombres de Miles Davis, Ella Fitzgerald, Billie Holiday, Bill Evans y John Coltrane (en Europa han salido también volúmenes consagrados a Oscar Peterson, Chick Corea y Return To Forever, Stan Getz, Charlie Parker y Astrud Gilberto, por el lado de Verve, y a Wayne Shorter, Herbie Hancock, Joe Henderson y Dexter Gordon, entre otros, por Prestige y Blue Note, que hoy también pertenecen a la compañía Universal). El atractivo, además de su muy correcta presentación, es que no se trata de esas dudosas antologías donde se mezclan dos temas de cada sesión legendaria y se consigue algo demasiado parecido al zapping sino, como el título de la colección lo anuncia, de discos completos, con el orden y el agrupamiento –y el concepto, que muchas veces lo había– que los artistas quisieron darle en su momento. La cajita de Bill Evans, por ejemplo, incluye Trio ‘64, grabado en diciembre de 1963 con Gary Peacock en contrabajo y Paul Motian en batería, A Simple Matter of Conviction, de 1966, con Eddie Gomez y Shelley Manne, Further Conversations with Myself, registrado el año siguiente por Evans sobregrabándose a sí mismo dos o tres veces, Bill Evans at the Montreux Festival, grabado en 1968 con Eddie Gomez y Jack De Johnette, y  What’s   New, de 1968, donde al trío (conformado en este caso con Eddie Gomez y Marty Morell) se suma el flautista Jeremy Steig.

La selección del material incluido en cada uno de los álbumes es interesante, en tanto agrupa algunos de los discos más famosos con otros menos conocidos y, en muchos casos difícilmente conseguibles por separado (y mucho menos en la Argentina, desde luego). Así, el de Ella Fitgerald contiene dos de los discos conceptuales que, a la manera de Sinatra, registró en 1958, Swings Lightly, con arreglos de Marty Paich y Sings Sweet Songs for Swingers, con la orquesta de Frank De Vol, In Berlin, que registra la actuación del 13 de febrero de 1960 en la Deutschehallen junto a Paul Smith en piano, Jim Hall en guitarra, Wilfred Middlebrooks en contrabajo y Gus Johnson en batería, Hello Dolly, de 1964, nuevamente con la orquesta de De Vol y Whisper Not, de 1966 y con la orquesta de Paich. Billie Holiday aparece representada por Lady Sings The Blues, Body And Soul, Songs for Distingue Lovers, Stay With Me y All or Nothing at All, y los álbumes seleccionados de Miles Davis son todos extraordinarios: And Hornes, Collector’s Items, Blue Haze y dos de los que grabó para Prestige junto a su quinteto con John Coltrane, Walkin’ y Steamin’. También la elección de los discos de Coltrane es notable: Soultrane, Lush Life, Dakar, Bahia y The Last Trane.


sábado, 7 de enero de 2017

Nuevo disco de John Scofield

Diego Fischerman publicó en Página 12 el 4 de enero pasado el siguiente artículo sobre el último disco de John Scofield, que aparentemente va a editar localmente Universal, aunque los disqueros dicen que no, y vaya uno a saber.

Reinventar caminos conocidos

El country-western es una presencia poco menos que inevitable para un guitarrista estadounidense. Por más que toque jazz. La forma de rasguear de Pat Metheny incorporó de manera transparente algunos elementos de aquel folklore. Bill Frisell lo hizo explícito en su disco Nashville, de 1996. Y a la hora señalada –los 64 años estipulados por The Beatles– John Scofield abreva allí para su último y brillante disco cuyo título homenajea, de paso, al gran novelista Cormac McCarthy y, claro, a los hermanos Coen. “No es país para viejos”, decían ellos. Country for Old Man, contesta Scofield en su primer álbum dedicado a temas ajenos desde That’s What I Say, su tributo a Ray Charles de 1995.

Si para Frisell la asunción del folk es la de un universo donde sumergirse, en el caso de Scofield funciona casi a la inversa. El mundo sigue siendo el del jazz –o el de cierto jazz–, es decir el del abordaje de canciones o temas a los que se re armoniza y a partir de cuyos elementos, entendidos de manera muy amplia, se construye un desarrollo basado en la improvisación. Y aquí esos temas pertenecen a George Jones, Hank Williams, Merle Haggard (su “Mama Tried”, que grabó Grateful Dead en 1971), Dolly Parton o Bob Wills. Y, por otra parte, en este País para viejos el blues, parte del indudable ADN de su creador, tiene un papel protagónico. Aunque sea en uno de James Taylor, el bellísimo “Bartender Blues” (incluido por primera vez en su disco JT, de 1977). En la selección de temas, eventualmente, hay un sesgo generacional indudable. El guitarrista que ha cumplido 64 y ha perdido su pelo (ya desde bastante antes) bucea, ni más ni menos, en la música de su juventud, cuando el boom del folklore (el de allá) se adueñó de gran parte del mercado. El Festival de la Asociación de Música Country Americana, que se realiza anualmente en Nashville –y que Robert Altman radiografió en 1975–, tuvo su primera edición precisamente en esos años, en 1972. Y el debut profesional de Scofield no llegó mucho después. En 1974, la banda de Gerry Mulligan estaba en gira y necesitaba un guitarrista. Le pidió consejo a un viejo conocido, el baterista Alan Dawson, que era profesor en la Escuela Berklee de Boston, y él le recomendó a un joven alumno de 23 años, que acabó siendo parte no sólo del grupo de Gerry Mulligan sino de la histórica reunión del saxofonista con el trompetista Chet Baker, después de casi quince años de no hablarse, y de la grabación del encuentro en el Carnegie Hall. John Scofield no se cansa de repetir que “no podía creerlo”.

En Country for Old Men, editado por Impulse y publicado también en la Argentina, Scofield tiene como coprotagonistas a otros viejos –y notables– hombres del jazz y, además, compañeros de ruta de larga data: el extraordinario bajista Steve Swallow, con quien grabó por primera vez en 1980 –el genial Bar Talk– y el baterista Billy Stewart, que es parte de su trío (y también del reciente cuarteto junto a John Lovano) desde 1991. A ellos se agrega, en piano y órgano Hammond, Larry Goldings, con quien también mantiene una prolongada relación musical que, en lo que a grabaciones respecta, inauguró el disco Hand Jive, de 1993.  Complicidades de más de veinte años, en todos los casos, que resultan notorias a la hora de escuchar la fluidez, el swing, la manera en que las ideas de unos continúan naturalmente en las de los otros y la que, tal vez, resulte la virtud más llamativa: el don que comparten con Scofield para, a la manera de equilibristas expertos, salir de la armonía (o en el caso de Stewart de las subdivisiones estrictas), crear zonas de tensión y riesgo, y volver al territorio conocido como manera de aliviar la presión pero, también, de preparar y anticipar las excursiones nuevas.  Si hiciera falta elegir un solo motivo para la escucha de este disco, eventualmente, alcanzaría con el comienzo de “I’m So Lonesome I Could Cry”. La manera en que Swallow explota, literalmente, y en que Scofield y Stewart se integran a esa vorágine, puntuada por los comentarios exactos de Goldings, es asombrosa. Pero nada termina allí. Después llega el extraño, feérico, solo del órgano. Y, enseguida, el “Bartender Blues”. Esa epifanía.


miércoles, 21 de diciembre de 2016

Un apretado resumen de lo que se vio en Buenos Aires Jazz 2016


Distintas razones atentaron para una correcta cobertura del Buenos Aires Jazz 2016, acaso uno de los mejores festivales realizados por Adrián Iaies hasta la fecha.
Hubo puntos muy altos, y la dificultad de ponerse de acuerdo sobre qué fue lo mejor ya habla de la calidad de lo que se escuchó. Para algunos, la noche del viernes 25 de noviembre, en que el acordeonista Vincent Peirani y el saxo soprano Emile Parisien tocaron en la Usina del Arte, fue, sin duda, uno de los momentos culminantes de esta edición. Ambos, que se presentaron por primera vez en la Argentina, se dedicaron a recorrer su disco a dúo Belle Epoque (editado por el sello alemán ACT), con lecturas muy originales del repertorio de Sidney Bechet y Duke Ellington, además del agregado de composiciones propias.
Para otros, el momento culminante fue el solo piano del pianista español Agustí Fernández en el Salón Dorado del Teatro Colón, el sábado 26 de noviembre. Dos días antes, Fernández había realizado un excelente concierto en la Usina del Arte, en compañía del saxofonista argentino Pablo Ledesma, abriendo una velada que tuvo como número central al trío Tamarindo, compuesto por Tony Malaby, William Parker y J.T. Bates.
Durante su actuación, Malaby dijo que habían tocado con mucha fuerza por la ingesta de carne realizada el día anterior. Para demostrarlo, se ofrece una foto con parte del elenco estable de Minton’s, Malaby y Bates, en una parrilla del Centro de la ciudad.
Malaby también tocó en uno de los “cruces” propuestos por el festival, con el guitarrista Juan Pablo Arredondo, el contrabajista Carlos Álvarez y el baterista Sergio Verdinelli en el Bebop Club, la noche del 25 de noviembre. Un día antes, el saxofonista Donald Harrison (en reemplazo del trompetista Eddie Henderson, ausente con una pierna rota), hizo lo propio en Thelonious, en compañía de Mariano Loiacono, Miguel Rodríguez (de España), Jerónimo Carmona y Enzo Carpentieri (de Italia). Quienes asistieron a ambos conciertos dijeron que fueron excelentes.

Otro tanto ocurrió con quienes fueron al magnífico solo piano de Stanley Cowell, también en el Salón Dorado del Teatro Colón, que al día siguiente albergó un dúo con William Parker y Ernesto Jodos.
Otro de los puntos altos fue la primera presentación en el país del cuarteto del clarinetista y saxofonista francés Louis Sclavis. Acompañado por el excelente guitarrista Gilles Coronado, por el tecladista Benjamin Moussay y por el deslumbrante percusionista iraní Keyvan Chemirani dio un show espléndido y cátedra de cómo debe tocarse el clarinete bajo.
Por supuesto que hubo mucho más, como el cierre en la Usina del Arte con Maria Joao & Guinga (que dejó con la boca abierta a Mariano Loiácono), o las jams comandadas por el baterista Eloy Michelini, o los conciertos de Omer Avital, Dado Moroni, Lilian Saba, etc. Pero, como suele suceder, no es posible verlo todo. Y es una lástima, pero es lo que es y, a veces, no hay más remedio que optar y luego lamentarse.

viernes, 25 de noviembre de 2016

The Cookers arrasaron en la inauguración del Buenos Aires Jazz 2016

A dos días de comenzado el festival Buenos Aires Jazz, Diego Fischerman publicó hoy en Página 12 el comentario sobre el concierto de apertura a cargo de The Cookers.

Mezcla de potencia con sutileza y detalle

La sala llena, la expectativa, un cierto clima de fiesta y excitación. Una nueva edición del Festival de Jazz de Buenos Aires, magistralmente curado por Adrián Iaies. Y una música, la de uno de los grupos más extraordinarios de la actualidad, en un sentido rigurosamente etimológico, que colmó todo lo que podía esperarse de ellos.

En formato de sexteto –bastante habitual en sus actuaciones–, el grupo llegó a esta inauguración del festival con un cambio y una baja. El legendario Stanley Cowell –si fuera necesario demostrarlo con apenas un par de discos, allí estarían Illusions Suite y el Winter Moon de Art Pepper, donde resulta una pieza fundamental– reemplazó al igualmente legendario George Cables, y el trompetista Eddie Henderson, recientemente accidentado en Londres, no fue de la partida. Esa particular combinación de potencia con sutileza y detalle, composiciones complejas e interpretación al filo del abismo, no se vio mermada en absoluto.

La mayoría de los temas pertenece a Billy Harper y a Cecil McBee (que, incidentalmente, también formaba parte de Winter Moon). Ellos, junto a Billy Hart, han participado en infinidad de proyectos juntos y son, en grupo o por separado, responsables del sonido de mucho del mejor jazz  de las últimas cuatro o cinco décadas. Harper, por su parte, ha tocado mucho con Cowell –por ejemplo, en el notable Such Great Friends, de 1991, donde también estaba Hart– y los recién llegados, el brillante saxofonista Donald Harrison –que fue parte de una de las postreras ediciones de los Jazz Messengers de Art Blakey y de un magnífico quinteto con el trompetista Terence Blanchard–, y David Weiss, un virtuoso trompetista que oficia como aglutinador del grupo, no les van en saga. Lo que sale de lo ordinario, en este caso, no es sólo el altísimo nivel musical de sus integrantes y, desde ya, la apabullante seguridad con la que manejan el lenguaje, sino, sencillamente, el hecho de que toquen juntos.

The Cookers tiene un nombre de grupo (nombre perfecto, por otra parte) y funciona como tal. Ya en los intrincados cambios armónicos y de pies rítmicos del tema que abrió el concierto, el bellísimo “The Call of the Wild and Peaceful Heart” –que también inicia el último álbum, al que da título– fue notable, por encima de las virtudes individuales, de la fuerza perpetua de su baterista o del salvajismo de los solos, el nivel de interacción, la manera en que están conectados entre sí, como solo pueden estarlo quienes además de compartir una enciclopedia, de tener una misma lengua materna –el Hard Bop, qué duda cabe–, se conocen entre sí hasta el punto de adivinarse.

Un formato con desarrollos largos para cada pieza, con solos extendidos y llevados al propio límite por cada uno de los integrantes, y una exacta combinación de desenfreno y lirismo hicieron que la presentación estuviera entre los muchos puntos muy altos que este festival ha tenido a lo largo de su historia. La única mancha tuvo que ver con el sonido. Micrófonos inadecuados para los saxofonistas, una batería amplificada como si se tratara de una big band y no un grupo camarístico –desbocadamente camarístico, pero camarístico al fin– y un contrabajo cuya esencia como instrumento jamás fue entendida hicieron que el fantástico auditorio de La Usina se convirtiera es un club de fomento barrial, lleno de ecos y resonancias indeseadas, estridente y sin planos ni detalle.


domingo, 20 de noviembre de 2016

¡Ojo al piojo que se larga!

The Cookers 



Hoy, Diego Fischerman, en Página 12, traza un breve panorama de lo que se puede esperar este año del Festival de Jazz de Buenos Aires. En la bajada de la nota se lee: “En la Usina, el Colón, tres clubes jazzeros y hasta el anfiteatro de Parque Centenario, visitantes como el súper grupo The Cookers, el trío Tamarino y el pianista Stanley Cowell serán figuras de un encuentro que impulsa los cruces con músicos argentinos”.




Locales y visitantes, por los mejores caminos del jazz

La  imagen fue utilizada por la revista especializada Down Beat y pocas podrían ser más afortunadas. Según la publicación, el septeto The Cookers cultiva un estilo “no tomen prisioneros”. Súper grupo de héroes del bop duro, sus integrantes fueron fundamentales en grupos de Art Blakey, Herbie Hancock, Max Roach, Charles Lloyd y Lee Morgan, entre muchos otros. Tocan como quienes son: músicos que hablan un cierto lenguaje desde la cuna. Todo aquello que las nuevas generaciones deben aprender trabajosamente, ellos lo tienen. Aunque jamás piensen en ellos. Y aunque las notas y los ritmos se parezcan, su música no es igual a la de nadie por la sencilla razón de no hay grupo que tenga tanta historia encima como ése.

Por esas cosas de los encasillamientos, o de la falta de casillas suficientes para albergar a fenómenos únicos como ellos, The Cookers fueron elegidos, en la encuesta de críticos de Down Beat del año pasado, como “mejor banda emergente”. Pocos días antes de llegar a Buenos Aires para abrir el Festival de Jazz de Buenos Aires de 2016, su integrante más joven, el trompetista y productor David Wess, de 49 años, se ríe: “Lo tomo como un halago; quiere decir que estos monstruos todavía pueden estar empezando. Aprendiendo. Y con el espíritu de una banda que asoma”. Billy Harper en saxo tenor, Eddie Henderson en trompeta y una base mortal conformada por Cecil McBee en contrabajo y Billy Hart en batería son los más veteranos, junto al pianista George Cables, que no viajará esta vez, por problemas de salud, y será reemplazado por otro viejo compañero de ruta, Stanley Cowell. A ellos se suman Weiss y Donald Harrison, en saxo alto, que entró en lugar de Craig Handy. “La energía increíble que tiene este grupo –dice el baterista– se la debemos a Harper. No para de escribir, de componer, y además tocar con él obliga a exigirse al máximo. Creo que en The Cookers todos tocamos realmente en el máximo de nuestras posibilidades”.


Las visitas internacionales del festival este año serán tan variadas como deslumbrantes. A The Cookers, que actuarán en el Auditorio de La Usina (Caffarena y Pedro de Mendoza) el miércoles 23 a las 20.30, se agrega el trío Tamarindo, integrado por tres de los creadores más destacados dentro de las tendencias más experimentales del jazz –el saxofonista Tony Malaby, el contrabajista William Parker y el baterista JT Bates–, que se presentará en esa misma sala el jueves 24, en un concierto compartido con el saxofonista argentino Pablo Ledesma en dúo con el pianista Agustín Fernández. También en La Usina, pero en la Sala de Cámara, y a las 19, estará el cuarteto Todos Los Pájaros, el grupo que formó en Francia el talentoso baterista Fran Cosavella. Y ese día, a la tarde, Stanley Cowell dará un concierto de piano en el Salón Dorado del Colón y al siguiente lo hará el notable contrabajista William Parker junto al pianista argentino Ernesto Jodos. El genial dúo del clarinetista Emile Parisien y quien tal vez sea el mejor acordeonista del momento, Vincent Peirani, se presentarán en La Usina el viernes 25, el cuarteto del clarinetista Luois Sclavis lo hará el domingo 27 y en el cierre, el lunes 28, actuará la cantante portuguesa Maria Joâo junto a Guinga, un extraordinario compositor y guitarrista brasileño.

Vincent Peirani y Emile Parisien
La saxofonista chilena Melissa Aldana, junto a su trío estadounidense, el cubano Ibrahim Jr, el trío del polaco Kuba Stankiewicz, el del italiano Dado Moroni, el del croata Matija Dedic y el del iraní Arian Houshmand, el contrabajista chileno Roberto Lecaros al frente de su cuarteto y Rubén Rada con un grupo donde lo instrumental tendrá el protagonismo, serán parte del atractivo del festival donde, no obstante, mucho de lo propio e irrepetible tendrá que ver con los cruces y encuentros entre músicos argentinos y extranjeros.
Estos cruces tendrán lugar en tres clubes que alimentan la escena cotidiana del jazz en la ciudad: Thelonious, Café Vinilo y Bebop. Allí estarán, entre otros, Richard Nant junto a Lucio Balduini, Christian Ramond y Ramesh Shotham, Eddie Henderson con Mariano Loiácono, Miguel Rodríguez, Jerónimo Carmona y Enzo Carpentieri, Juan Cruz Urquiza con Greg Burk, Rodrigo Agudelo, Sebastián De Urquiza y Gijs Dijkhuizen, Rodrigo Dominguez con Juan Filipelli, Stefano Senni y JT Bates, Tony Malaby junto a Juan Pablo Arredondo, Carlos Alvarez y Sergio Verdinelli, Sebastián Jordan con José “Pepe” Angelillo, Julián Adam Pajz, Diana Arias y Matías Mardones y Emile Parisien junto a Eduardo Elia, Roberto Lecaros y Valentin Schuster. Por su parte, en la sección “Proyectos Especiales” se presentan dos conciertos de características poco frecuentes: por un lado, el sello de jazz KUAI homenajeará a Jorge López Ruiz con la reinterpretación de Bronca Buenos Aires de 1972 por parte del KUAI Ensamble (grupo de trece compositores e improvisadores ligados al sello); por otro lado, el encuentro entre Andrew D’Angelo y los músicos que integran la Big Band del Conservatorio Manuel de Falla. Entre los músicos argentinos que participarán, se destacan el guitarrista rosarino Carlos Casazza, que actuará con el bandoneonista Martín Sued y el baterista Carto Brandán, el trío SenaneS 3, el Trío Aura, las cantantes Macarena Robledo, Verónica Sala y Barbie Martínez, el cuarteto de Andrés Boiarski, la pianista Lilian Saba –que interpretará a Bill Evans–, Ramiro Flores y El Jardín de Ordoñez,  el cuarteto de Arturo Piuertas, el trío de Pipi Piazzolla, el cuarteto de Bernardo Baraj y el grupo de Sebastián de Urquiza, que hace de la relectura de la obra de Hermeto Pascoal una de las bellas artes.

Carlos Casazza
Dentro del festival tiene lugar también un segmento bautizado como el celebrado ciclo Jazzología, curado y coordinado por su fundador, Carlos Inzillo. Con base en el Anfiteatro del Parque Centenario, allí tiene cabida el jazz más tradicional. El Aula, por otra parte, es una sección destinada a la formación, donde se realizan talleres para estudiantes y jóvenes intérpretes a cargo de grandes figuras del jazz local y extranjero. Con la coordinación de Roxana Amed, se llevará a cabo el taller de Canto por Joey Blake; y habrá también seminarios dedicados a ensamble, con Rodrigo Agudelo y Greg Burk; clínicas de batería por Billy Hart y de contrabajo por William Parker. Como novedad de este año, se agregan clínicas en Villa 20, Lugano y Bajo Flores, a cargo de profesores integrantes de La Bomba de Tiempo y de Mariano Loiácono. En Cine & Jazz, la sección fílmica del festival, se verán cuatro películas –que se proyectarán en el Salón Mayor de la Usina del Arte– donde el jazz no sólo funciona como centro dramático, sino también como cifra secreta, tono esencial y, acaso, espejo a través del cual los personajes se piensan a sí mismos y conciben su entorno. The Jazz Loft According to W. Eugene Smith, de Sara Fishko (Estados Unidos, 2015); Mo’ Better Blues, de Spike Lee (Estados Unidos, 1990); Standing in the Shadows of Motown, de Paul Justman (Estados Unidos, 2002); y La luz incidente, de Ariel Rotter (Argentina, 2015) que cuenta con música original de Mariano Loiácono, quien participará en la presentación de la proyección junto a Rotter el lunes 28 a las 18.30.

viernes, 7 de octubre de 2016

Alan Courtis en el MALBA x 2 (pero queda nada más que una y es mañana)

Encuentros
Escuchas Flu-X-us 
A cargo de Alan Courtis 

Sábados 1 y 8 de octubre de 18:00 a 20:00. Sala Pedagógica, Nivel 1 - MALBA ( Av. Pres. Figueroa Alcorta 3415, Buenos Aires)

Alan Courtis (Buenos Aires, 1972) participó en más de 400 discos editados por sellos experimentales de todo el mundo como: P.S.F., Mego, Pogus, RRR, Blossoming Noise, etc. Fue miembro fundador del grupo Reynols y actualmente de L’Autopsie a révélé quela mort était due a l’Autopsie. Ha realizado extensas giras por Japón, China, Europa, EEUU, Oceanía, Sudeste Asiático, Latinoamérica, llegando inclusive a tocar en las cercanías del Polo Norte. Recibió distinciones de medios como The Wire, The Chicago Reader, The Beijinger, Dusted Magazine y difusión radial en BBC, WFMU, Resonance-FM, Österreich 1, SBS, RTVE, ART on AIR, RAI, Sveriges Radio, WDR, NRK, etc. Ha colaborado con músicos como: Keiji Haino, Merzbow, Pauline Oliveros, Lee Ranaldo (Sonic Youth), Otomo Yoshihide, RLW, Jim O’Rourke, Yoshimi (Boredoms), L.A.F.M.S, Eddie Prevost (AMM), Rick Bishop , Phill Niblock, Makoto Kawabata, Daniel Menche, Jojo Hiroshige, Zbigniew Karkowski, Okkyung Lee, Kemialliset Ystävät y Lasse Marhaug.



Como pocas antes, la música Fluxus se propuso ser internacional. Así, formaron parte del movimiento músicos de toda Europa, Norteamérica y Asia. En el marco de la muestra de “Dream Come True” de Yoko Ono, Escuchas Flu-x-us se propone como una serie de audiciones comentadas que rastrean posibles conexiones y paralelismos entre las propuestas de Fluxus y diversas producciones tanto locales y latinoamericanas, como provenientes de otras partes del globo.
Alan Courtis no realizará un abordaje estrictamente histórico sino que invita a escuchar música en el museo, como si se tratase de una casa, a través de la asociación libre que parte desde lo sonoro y se ramifica hasta lugares impensados, mezclando tradiciones como música electroacústica, contemporánea, rock, psicodelia, discos publicitarios, improvisación, folklore, free-jazz, canciones de autor, discos para niños y exploraciones sonoras varias.
Una invitación a la escucha abierta y a la deriva perceptual para dejarse llevar por el sonido hasta donde la palabra no llega. Además de un repaso por las nociones musicales que guiaron Fluxus, los encuentros se proponen generar un mapa posible de cómo Fluxus fue escuchado en Latinoamérica, con qué tradiciones se encontró aquí y cuáles fueron sus efectos
Orgranizados en el marco de la muestra Yoko Ono. Dream Come True.
Entrada libre y gratuita.