viernes, 16 de marzo de 2012

Tomás Gubitsch en el Studio L'Ermitage

(París, de nuestro enviado especial) Después del frío, de la lluvia, de los días grises, súbitamente la primavera se hizo en la capital de Francia y las terrazas de los cafés se poblaron de locales y extranjeros quienes, ya con menos ropa de abrigo, se dispusieron a disfrutar de los 22 grados de ayer, bajo una luz radiante como de fotografía Kodak de los años sesenta. En consecuencia, nada le molestó menos a este sufrido corresponsal que dirigirse a Menilmontant para escuchar a Tomás Gubitsch y su ahora sexteto.

Menilmontant es un barrio del distrito 20 de París que, luego de haber sido poblado por árabes y judíos, en los últimos años se ha convertido en uno de esos barrios "bobo" ("bohème bourgeois) de la ciudad. Esto significa que su población ha ido cambiando y las viejas casas obreras, al igual que en el vecino Belleville, se han convertido, reciclado mediante, en viviendas lujosas para jóvenes con plata. En consecuencia, el barrio ha cobrado una nueva vida, con cafés, restaurantes y lugares donde escuchar música. Uno de ellos es, justamente, el Studio L'Ermitage, que queda en el 8 de la rue d L'Ermitage a unos cincuenta metros de donde esta calle se corta con la rue de Menilmontant, larga arteria que recorre una de las varias colinas de París y que, por lo tanto, obliga al paseante a considerar un par de buenos pulmones.

El Studio L'Ermitage es apenas un galpón ligeramente modifcado como para albergar una barra, un escenario móvil y a unas 200 personas, que se ubican en sillas tanto en la PB como en los dos pisos de metal que revelan el origen industrial de las instalaciones. Para que todo esto resulte todavía más claro, el lector argentino debería imaginarse una suerte de Trastienda, pero más simpática. Allí, desde hace ya bastante tiempo, tienen lugar todo tipo de expectáculos. De hecho, tres años atrás, Tomás Gubitsch empezó a coordinar un ciclo dedicado a la música y a los músicos de Argentina que se llama Buenos Aires Sur Scène, un juego de palabras que alude a Buenos Aires sobre el escenario, pero también, por homofonía, a Buenos Aires en el Sena. Por ahí pasaron tanto los locales, como los "importados". Allí, gracias a los buenos oficios de Gubitsch, se presentaron Paula Shocron, Luis Nacht, Fernando Tarres y, en julio, hará otro tanto Diego Schissi.

El show no es un show, o al menos eso es lo que explica Gubitsch antes de comenzar ante una sala colmada, ya que el Theatre de la Ville, donde tocó el 5 de enero, obliga a los músicos por contrato a no presentarse en París al menos hasta un año después de haber tocado en su escenario. El show, dice Gubitsch, es una fiesta. Y ahí no más arranca en trío, secundado por el bandoneón de Juanjo Mosalini --a esta altura, acaso uno de los mejores bandoneonistas de ambas márgenes del Atlántico-- y el contrabajo de Eric Chalan. Ambos, desde el principio, son miembros de los varios grupos con los que se viene presentando Gubitsch en los últimos años y, por supuesto, miembros efectivos del trío estable. Los tres tocan de memoria y es evidente la enorme complicidad que existe entre ellos y lo bien que la pasan sobre el escenario.

¿En qué consiste la música? Es una mezcla de tango, rock y, música improvisada, con no pocos elementos correspondientes a la tradición clásica que, a esta altura, bien podría definirse como "la música de Gubitsch" para terminar de una vez por todas con las reiteradas y consabidas  referencias a Rodolfo Mederos, Luis Alberto Spinetta y Astor Piazzolla, que, a fin de cuentas, sólo constituyen un año y medio de la trayectoria del músico, más precisamente entre los 17 y 19 años (ahora tiene 54...). Se trata de una música compleja y de recepción inmediata a la vez, que abreva en muy distintas tradiciones sin casarse con ninguna, lo cual la vuelve bastante inclasificable. De eso se trata fundamentalmente y por eso en todas las disquerías de París, a diferencia de los discos de otros compatriotas, los de Gubitsch van a la sección jazz, el depósito natural de todas las músicas inclasificables.

Al cabo de cuatro temas, Gubitsch llama a sus invitados. Se trata de tres grandes virtuosos: Sébastien Surel, en violín, Marc Desmons, en viola, y Lionel Allemand,  en violonchelo. Para que quede claro de quiénes se trata, Surel fue durante tres años violín solista de la Orquesta Filarmónica de Radio France. En 2003 fundó el Trio Talweg, con quienes recorrió Europa y Japón, y con los cuales recibió el Dapason D'Or por sus grabaciones de los tríos de Chaikovsky y Shostakovich. A la fecha, tanto en orquestas como en conjuntos de cámara, ha tocado la totalidad de los conciertos de Mozart, de Mendelssohn, Chaikovski, Sibelius y Barber, entre otros compositores. Por su parte, Desmons es desde 1992 segunda viola solista de la Orquesta de la Opera de París, además de ser él mismo director orquestal y compositor. Finalmente, Allemand, miembro del cuarteto de violonchelos Beauvais, en paralelo a su trayectoria como músico clásico, se presentó también con Dave Murray, Didier Lockwood y Terry Reid, entre otros músicos populares.

Cuando los seis tocan juntos la experiencia para el oyente es francamente extraordinaria. La devoción con que el público francés responde al prodigio que tiene lugar sobre el escenario es francamente conmovedora. Al cabo de dos bises y visiblemente exhaustos, todos saludan y la gente se lanza a palmearlos, estrecharles las manos y preguntarles, casi de inmediato, por el próximo concierto. Acá es donde el enviado especial de Minton's saluda y se dirige a la noche con una sonrisa de oreja a oreja y la extraña sensación de inconfesable orgullo de ser tan argentino como Gubitsch y su increíble música.

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