viernes, 8 de marzo de 2013

Shelly Manne por Jonio González


Fiel a su estilo y a sus pasiones, Jonio González la emprende hoy con Shelly Manne, uno de sus músicos favoritos. Nosotros, agradecidos.


Shelly Manne
The Navy Swings!
Shelly Manne (bat), Richie Kamuca (st), Conte Candoli (tp), Russ Freeman (p), Chuck Berghoffer (b), Frank Strozier (sa), Mike Wolfford (p), Monty Budwig (b), John Gross (st), Gary Barone (tp), Juney Booth (b)

United Recorders, Hollywood, 1961, 1965, 1967 y 1970
Studio West 109 CD





Los hombres de la radio

Durante la Segunda Guerra Mundial la Armada de Estados Unidos (así como las Fuerzas Aéreas y el Ejército)  impulsó diversos programas radiales, tanto dramáticos o humorísticos como musicales, con la intención de levantar la moral a la tropa, proveerla de entretenimiento, convencer a quienes no se habían reclutado de que lo hicieran y demás acciones de propaganda patriótica.

El principal programa musical durante ese periodo fue Your Navy Show, por el que pasaron, entre otros, Tommy Dorsey, Harry James y George Shearing. En los sesenta se lanzó, con similares propósitos, The Navy Swings, dedicado principalmente al jazz. En él intervendrían músicos tan diversos como Dave Brubeck, Vince Guaraldi, Jeri Southern con Charlie Barnet, Joanie Sommers, Wes Montgomery, Red Nichols, Don Cherry o Herb Ellis, pero ninguno  tantas veces como Shelly Manne, quien con sus Men grabó, con la producción de Vil Vohler, de Programs Inc., 23 registros en un total de nueve sesiones que tuvieron lugar entre 1961 y 1970. La fecha exacta de las grabaciones, así como de su emisión, se desconoce por el momento, según Scott Yanow, autor del cuadernillo informativo, y en efecto ni siquiera figuran en las discografías de los músicos implicados que el autor de esta reseña ha consultado. No obstante, sí ha conseguido saber que The Navy Swings se emitía cinco días a la semana y que su duración era de veinte minutos, lo que exigía de los músicos una máxima concentración creativa, tema sobre el que ya volveremos.

Conte Candoli
Lo cierto es que en entre 1961 y 1965 Manne y sus hombres del momento entran en los estudios Universal Recorders para registrar 16 temas. En el 61 el baterista neoyorquino acababa de llegar de su gira por Europa con el JATP de Norman Granz (que acabó convenciéndolo a fuerza de dólares) y de reabrir en Hollywood su Hole, donde en marzo de ese año grabaría en directo con sus Men los extraordinarios registros que el aficionado tiene en mente. Conte Candoli acababa de reemplazar a Joe Gordon (que ese mismo año registraría su tercer disco a su nombre, Lookin' Good, reeditado en 2006 por Verve en su serie Originals) y la escena jazzística  angelina seguía siendo un hervidero. Ignoramos hasta qué punto el jazz podía constituir un aliciente para que quien no sabía qué hacer con su vida se uniera a los ejércitos de la Unión, pero en cualquier caso la música de Manne (ese hard bop de la Costa Oeste bautizado pretenciosamente como West Coast Style) obligaba, como mínimo, a pensárselo. Y eso que nuestros hombres apenas si disponían de tiempo para exponer sus argumentos. En efecto, si lo mejor de Shelly Manne and his Men hasta la fecha, y probablemente a lo largo de su historia, había que buscarlo en las grabaciones en directo, donde los temas solían durar más de diez minutos y acercarse en ocasiones a los veinte, el formato radiofónico los obligaba a no superar los tres minutos, como si volvieran, tras la revolución que supuso para la evolución del jazz la invención del elepé, a los viejos discos de pasta. Ello suponía que una de las grandes bazas del grupo, la improvisación extendida (en la que Candoli y, sobre todo, el gran Kamuca eran maestros consumados), tuviera que readaptarse intentando no perder la esencia de su poética. No obstante ello, nuestros hombres se conocían ya lo suficiente para sonar perfectamente conjuntados. Candoli, todavía bajo el fuerte influjo de Davis, quizá suene algo lánguido, pero Kamuca es un portento de músculo e ideas inesperadas; Freeman un maestro del refinamiento y las "líneas melódicas mercuriales", como escribió el crítico Thomas Cunniffe; Berghofer un contrabajista clásico pero extraordinariamente sólido (como siempre a lo largo de su algo oscura carrera) y Manne el apoyo rítmico perfecto y con un sentido de la medida inigualable. Lo mejor de las 14 composiciones que interpreta esta formación tal vez se encuentre en las más dinámicas, como "Love For Sale", "Green Dolphin Stree"t, "A Gem From Tiffany", tema insignia del grupo en las presentaciones en el Black Hawk, y, especialmente,  "The King Swings", debido a la pluma de John (por entonces Johnny) Williams, futuro padre musical de Star Wars y E.T., y que ese mismo año registrarían en Checkmate (Williams ya había colaborado con Manne en los arreglos de My Fair Lady y volvería a hacerlo en That's Gershwin).

A finales de 1965 los Men habían sufrido importantes cambios, como la entrada de Wofford por Freeman, el regreso de Budwig y el reemplazo de Strozier por Kamuca, quizá la más importante. Si Manne ya había coqueteado con cierto vanguardismo (v.g. en A Quiet Gass), las intervenciones de Strozier (único saxo alto en una formación de los Men y suerte de puente entre el bop y ciertas innovaciones experimentales, como ha señalado Christian Béthune), restan en alguna medida robustez al grupo pero lo dotan de un nuevo lirismo, más cool y ligero si se quiere, de un melodismo más cristalino, cuyo ejemplo más exacto es una versión de "March of the Siamese Children" (que Strozier ya había grabado en 1962 en su álbum homónimo para Jazzland) impensable con los mimbres anteriores. Cabe señalar también que Candoli comienza a encontrar (o reencontrar) su sonido, tanto con la sordina (inconfundible) como al ejecutar esos agudos tan controlados que sus problemas de dentadura lo obligarían a dosificar tiempo después. De esta formación sólo se incluyen cinco composiciones emitidas entre 1965 y 1967. En las últimas cuatro, registradas en 1970,  el grupo recupera hasta cierto punto la energía que siempre lo caracterizó y un sonido más acusadamente hard bop. Gross no es Kamuca, pero también tocó con Herman, con Kenton, con Holman, con los Lighthouse All Stars de Howard Rumsey, y se le nota. Sabe ser enérgico y también introspectivo, atacar cuando hay que hacerlo e interactuar cuando corresponde. A esto contribuye un Gary Barone que suena como un clon del mejor Candoli, con preciosos efectos a media válvula ("Here's That Rainy Day").

En suma, un disco que va mucho más allá de la rareza al uso, altamente recomendable no sólo para quienes desean completar la discografía del inmortal Shelly Manne, sino para aquellos quieran comprobar lo que son capaces de hacer, en apenas tres o cuatro minutos, unos músicos que tienen las ideas claras y saben cómo expresarlas de manera directa y eficaz, sin perder un ápice de swing y sentimiento.

lunes, 4 de marzo de 2013

El turrón de Guillermo y dos disquerías de Barcelona

Como todo el mundo sabe, este blog permaneció cerrado durante varios meses (desde septiembre de 2012 hasta febrero de 2013, para mayor exactitud), lo que en muchos provocó algo así como un ciertosindrome de abstinencia. A tal punto que varios de sus usuarios, hombres hechos y derechos, insospechados de cualquier sentimiento femenil, se lamentaron golpeándose la cabeza con varias cajas de Mosaic juntas. Tampoco faltaron los reclamos destemplados, los gemidos, los sollozos y suspiros.

Mientras todo esto ocurría, a Guillermo Hernández le dieron ganas de comer turrón y, según parece, alguien le había dicho que en Barcelona vendían el de Planelles (http://www.planellesdonat.com/), el mejor turrón del mundo. Entonces, después de decirle a algún nuevo cliente distraído que él no vendía discos de Herbie Hancock o de echar a los gritos a otro que le pidió no se sabe qué disco de Michael Brecker, sacó del bolsillo uno de esos fajos de billetes que colecciona desde su época de verdulero y le dijo a Jorge Fondebrider: "Tomá pibe, andate a Barcelona y traeme dos paquetes de turrón. Mirá que sea gijona, eh". Corría el mes de octubre de 2012.

Al cabo de una serie de gestiones, el mandadero llegó a la ciudad condal, donde lo esperaba Jonio González, corresponsal de Minton's en Catalunya, y ambos amigos cumplieron la diligencia que satisfaría la gula de Hernández. Pero ya que estaban ahí aprovecharon para ver discos.

Siempre guiado por González, Fondebrider llegó a Blue Sounds, una muy coqueta disquería, ubicada en Carrer Benet Mateu, 26, en el Distrito Sarrià-Sant Gervasi, del barrio Sarrià. Atiende de 10 a 13.30 y de 17 a 20.30. Se llega con el metro de la L3, bajando en la estación María Cristina, o con el bus de la línea 34. Vale la pena comprobar que esté abierta porque no está lo que se dice al paso. Para hacerlo, se puede llamar al  (34) 932 80 60 28.

González y Fondebrider en Blue Sounds
Blue Sounds está atendida por Esteban, quien, apenas oyó el acento argentino preguntó: "¿Os manda Guillermo?". Ante la respuesta afirmativa empezó a mostrar discos y estos empezaron a acumularse en pilas. "¿Los queréis con las cajas o los preparo como me pide Guillermo?", preguntó Esteban. Se le respondió que con las cajas. "Este tío Guillermo es todo un personaje", dijo Esteban.González y Fondebrider se miraron, pero como no sabían si era o no un doble agente, no hicieron comentario alguno, aunque sí pensaron unas cuantas cosas.

Resuelta la compra –lo que llevó un buen par de horas–, hubo tiempo para charlar un poco más y enterarnos de la reputación de Hernández allende los mares. "¿Y cómo es Minton's?", preguntó Esteban. González y Fondebrider respondieron que estaba claramente menos ordenada que Blue Sounds y que los criterios clasificatorios no eran tan nítidos. Con todo, Esteban suspiró: "Es que me hace tanta ilusión conocer ese lugar. De veras me apetece".Nuevamente González y Fondebrider se miraron.

Esa noche, en casa de González, quien recibió de Guillermo la orden de alojar a Fondebrider, hubo un recuento de discos: éste sólo había podido comprar unos 34. No era una cifra digna como para presentarse ante Guillermo y decirle "mirá lo que conseguí". Por lo tanto, el experimentado González propuso visitar al día siguiente Jazz Messengers, a apenas dos cuadras de su casa.



Jazz Messengers queda en Còrsega 202. Se trata de un lugar relativamente céntrico y, por lo tanto, de muy fácil acceso. Su sitio de Internet es http://www.jazzmessengers.com/. Ahí se puede recabar toda la información sobre días de apertura, horarios y teléfono.




La disquería queda al lado de un gran depósito de discos y ambas puertas están conectadas. Se accede a Jazz Messengers descendiendo unos pocos escalones. Una vez adentro se parece al paraíso o, al menos, a una de sus posibles formas.

Y algo muy importante. A no engañarse: no son los mismos discos que uno consigue en Blue Sounds. Además, a diferencia de la primera, en ésta hay ofertas. La clasificación también es otra. Y la atención, también, aunque igualmente amable.


Pero como suele ocurrir, hete aquí que Fondebrider oyó el ultrasonido del llamador de patos de Guillermo y esa misma noche se comunicó con el talibán de Merlo. "¿Y, viejo?", preguntó Guillermo. "¿Para cuándo mi turrón?". Con dos cajas de discos (los CleanFeed abultan poco), Fondebrider se despidió de González y, no sin cierta melancolía, emprendió el regreso.  Promediaba octubre y ésta era otra historia más de la ciudad desnuda.