miércoles, 21 de octubre de 2015

Cierre del año en el CCEBA Jazz, el ciclo programado por Javier Cánepa




El cierre del año de la primera edición del ciclo CCEBA Jazz culmina con un recital diferente dedicado al contrabajo.

Históricamente, el contrabajo suele ser un instrumento acompañante, “la base rítmica y melódica” de un grupo. A través de los años, una gran cantidad de contrabajistas se han “atrevido” a desafiar ese rol, componiendo, arreglando y liderando diferentes grupos.

Jerónimo Carmona, Pablo Motta y Jorge López Ruiz, tres contrabajistas líderes de bandas de jazz en Argentina se unirán en el mítico sótano de la calle Florida para realizar un concierto atípico lleno de sorpresas. Nos brindarán una mirada completa de éste noble instrumento, aportando experiencia y una sonoridad diferente a una formación inusual. Se podrán apreciar las tres combinaciones de dúos que ésta unión habilita, así como el trio completo.


domingo, 4 de octubre de 2015

Phil Woods (1931-2015)



Xavier Quirarte, uno de los mejores críticos musicales mexicanos, tuvo la oportunidad de escuchar y entrevistar al saxofonista Phil Woods en los años noventa. Enterado de su muerte, tuvo la gentileza de hacernos llegar la siguiente nota.  





Phil Woods mantiene viva la flama del bebop

Hace apenas unos días había anunciado su retiro de los escenarios, pero el pasado 29 de septiembre el saxofonista Phil Woods dejó este mundo a los 83 años. Tuve la fortuna no sólo de escucharlo en el Festival de Jazz de Cancún en los años noventa, sino conversar con él y conocer a un hombre apasionado, dotado de un gran sentido del humor.

¿Mi mejor recuerdo de Charlie Parker? Oh... La mirada clara y astuta del saxofonista se pierde unos instantes para volver a vivir una noche inolvidable, sucedida hace más de tres décadas. "Yo tenía como 24 años y Charlie Parker estaba en una jam session en un club situado frente a donde yo tocaba para bailarinas de strip tease. Atravesé la calle corriendo, lo vi tocando el saxofón barítono y le dije: Mr. Parker, tal vez quisiera usar mi saxofón alto. Y él me respondió: Eso estaría bien y tocó en mi instrumento. Entonces me tendió el saxo y me indicó: Ahora es tu turno. Toqué ‘Long Ago and Far Away’ de Jerome Kern y entonces recibí la mejor crítica de mi vida. Me miró y me dijo: Suena realmente bien, chavo".

Esa noche Phil Woods regresó a su trabajo para acompañar con sonidos cadenciosos los movimientos voluptuosos de las bailarinas, Más tarde se marchó a casa para revivir el encuentro maravilloso con su ídolo. La frase pronunciada por Bird había calado hondo en el espíritu del saxofonista: Suena realmente bien, chavo.

Treinta y siete años después, antes de actuar con su quinteto en Cancún, Woods recuerda esa noche con una sonrisa de satisfacción. La pasión dicta sus palabras, la misma pasión con la que mantiene viva la flama del bebop a través de cada concierto. “Charlie Parker era muy generoso con los músicos jóvenes, pero esto a veces se pasa por alto porque sólo se habla del lado oscuro de su vida. Recuerdo que siempre que nos encontrábamos en su casa solía preguntarme: ¿Ya comiste algo hoy?

Heredero del sonido de Parker, Woods rehuye el fetichismo y por eso siempre prefirió utilizar su propio instrumento. "No, realmente nunca toqué en el saxofón de Charlie, únicamente lo utilicé en una ocasión cuando no tenía un instrumento a la mano y su viuda me lo prestó para un concierto. El saxofón permanece en París con su familia, con Chan Parker y el pequeño Bird, que es guitarrista. Yo no tengo su saxofón, sólo me robé sus escalas”, dice riendo.

Cosas del destino, la familia de Parker también se convirtió en la de Phil Woods. Durante algunos años estuvo casado con Chan, la última viuda de Bird. Aunque rehusa hablar de su vida personal, con una gran carcajada afirma que estaba enamorado de la mujer. "No me casé con Charlie Parker, sino con Chan Parker; tenemos una relación muy cercana, tuvimos dos hijos juntos y muchos nietos. Somos muy buenos amigos".

Con una mirada felina, el saxofonista mantiene los sentidos alerta y las respuestas en la punta de la boca. No permite concluir la pregunta cuando afirma que sus principales influencias son Charlie Parker, Dizzy Gillespie, Thelonious Monk, Sonny Rollins, Lee Konitz, Jackie McLean, Coleman Hawkins, Ben Webster..." La risa inunda el ambiente mientras deja en el aire una interminable lista imaginaria. "Todos, escucho a todos, todos muy buenos amigos".

Algunos de sus grandes amigos se reunieron para trabajar en un disco memorable grabado en 1959: The Thelonious Monk Orchestra at Town Hall (Prestige). Como director musical, Phil Woods tocó esta big band que incluía a músicos como Donald Byrd, Charlie Rouse, Pepper Adams, Sam Jones y Art Taylor. Dejar a sus músicos en total libertad fue la lección más memorable que le dejó Monk. "Era el más grande líder del mundo: nunca te decía cómo tocar, pero cuando Thelonious Monk empezaba a bailar alrededor de la banda sabías que las cosas iban bien. Era un conductor al que tenías que observarle los pies en lugar de las manos”.

Su relación con el trompetista Dizzy Gillespie completa la trilogía de los pilares del bebop. "Mi primera gira con Dizzy fue al Medio Oriente, en 1956, fuimos amigos muy cercanos. Probablemente es el músico más importante del planeta: él invento este tipo de música. Estoy muy orgulloso de haber podido trabajar con él a los 24 años. Cada día pronunció una oración por Dizzy".[1]

Antes de formar su propio quinteto, Woods pasó algunos años como miembro de las bandas de Gillespie, Charlie Barnett, Buddy Rich y Gene Krupa. Su saxofón alto también se ha escuchado detrás de grandes cantantes, lo que a su juicio constituye un buen ejercicio de aprendizaje. "Cuando acompañas a cantantes aprendes a relacionarte con el sentido que el compositor y el letrista quieren darle a una canción. Aprendes a quitarte de en medio para que el o la cantante destaque; no es difícil, pero requiere cierta sensibilidad. No estás tocando solo cuando acompañas a un cantante, por eso debes procurar que suene lo mejor posible sin estorbarle. Es una operación muy delicada y tienes que ser muy cauteloso".

Algunos jazzistas sostienen que es preciso pensar en la letra de las canciones para poder interpretarlas a través del instrumento. El punto de vista de Woods es distinto: "Yo no pienso en las letras, sino en el sentido de la composición. Creo que debemos entender el mensaje del compositor, engancharnos en él y tratar de comunicarlo".

Aunque el trabajo con las cantantes y en las grandes orquestas limitaba sus posibilidades de desempeñarse como solista, Phil Woods al menos podía tocar en vivo y mantener el contacto con otros músicos. Sin embargo, en la década de los sesenta las oportunidades para presentarse en público en Estados Unidos se reducían de manera drástica y su talento se diluía en sesiones de grabación, muchas veces irrelevantes.

Como muchos otros músicos que le antecedieron, el saxofonista fue atraído por el ambiente de respeto que reina por el jazz en Europa. Establecido en el viejo continente de 1968 a 1973, formó la European Rhythm Machine con George Gruntz en el piano --después sustituido por Gordon Beck--, Henri Texier en el contrabajo y Daniel Humair en la batería. Con este grupo grabó algunos discos que extendían sus experiencias en el bebop y se acercaban al free jazz.
"Para mí fue un tiempo maravilloso, aunque no era un periodo bueno para el jazz en Estados Unidos. En los sesenta mi trabajo casi se limitaba a los estudios, mientras que en Europa tuve la oportunidad de ser jazzista. Allí me convencí de que tal vez era lo suficientemente bueno para ser músico. Desde que llegué a Europa empecé a trabajar y a los tres meses de mi llegada fui invitado a tocar en el Newport Jazz Festival, mientras que cuando vivía en la ciudad de Nueva York nunca se me había tomado en cuenta. Es un mundo muy curioso".

Al regresar a Estados Unidos Woods encontró que la situación había cambiado y empezó a trabajar con su quinteto, dos de cuyos miembros originales lo acompañan hasta la fecha: Bill Goodwin en la batería y Steve Gilmore en el contrabajo. "El mejor público para el jazz está en Estados Unidos, pero no siempre fue así. Antes era mejor el público europeo, que cuenta con mayor preparación cultural. Debido a que la educación jazzística ha mejorado en Estados Unidos ahora tenemos muchos seguidores entre los jóvenes".

A lo largo de su vida, Phil Woods ha escuchado muchas veces la sentencia de que el jazz ha muerto, que su espíritu ha sido traicionado. "El jazz ha muerto y ha sido enterrado muchas veces. Cada cinco años se dice que el jazz está muerto, pero yo digo que no ha muerto, sólo huele raro —afirma riendo—. Yo creo que el jazz está en gran peligro de fosilizarse en el sentido de que ya no pueda crecer. En estos días es muy duro ser un jazzista joven, después de todo los músicos que vinieron antes que ellos dejaron huellas muy profundas. Músicos como los Marsalis deben encontrar su propio camino, no puedes expander el arte si vas hacia atrás. Por el momento los jóvenes están haciendo su tarea y verificando la tradición. Creo que antes de poder cambiar el arte debes entender la tradición y esto es lo que se está haciendo".

En su propio lugar de origen el reconocimiento para esta música todavía no es suficiente, admite Woods. "El jazz sigue siendo el hijo bastardo de las artes, pero es una forma de arte muy fuerte por la que muchos grandes hombres han muerto. El jazz es respetado en todo el mundo, pero todavía estamos tratando de que se le respete más en Estados Unidos. Es la música del futuro".

Phil Woods mantiene el sonido dulce de su saxofón, el mismo que conmovió a Charlie Parker. Los cambios le tienen sin cuidado. "Me gusta pensar que no estoy empeorando. ¿Cambios? No sé, no me preocupo por cambiar. Creo que uno encuentra su dirección y se adhiere a ella. Soy un hombre de melodías, un romántico. Nunca intenté ser un músico de free jazz, aunque respeto a los hombres que lo tocan. El jazz es la más democrática de todas las artes y por eso me interesan sus desarrollos. He experimentado con la música de fusión y la electrónica, pero lo que hago mejor es tocar el jazz straight ahead".

Escuchar al quinteto de Phil Woods en concierto es constatar la pasión de un hombre por la más democrática de las artes. "La música es mi vida. No, no, no, no tengo nada de que arrepentirme. Lamento no haber podido grabar con Sarah Vaughan —íbamos a hacer un disco juntos—, desafortunadamente nos dejó antes que pudiéramos concretarlo. También me hubiera gustado grabar un álbum con Art Pepper, pero tampoco fue posible. Quiero grabar con Jackie McLean, lo que es muy probable".

Una vida intensa en el jazz, documentada de manera profusa en las grabaciones, pronto se verá enriquecida con la publicación de un libro que el propio Phil Woods escribe acerca de su amplia experiencia en la música. "Estoy escribiendo un libro sobre mi vida, no se lo he dedicado a nadie, tal vez sólo a mi familia. Mi mayor satisfacción es mi familia, mi adorable esposa es todavía lo más importante".

La mirada de Phil Woods refleja la satisfacción de una vida plena, sin limitaciones, dedicada en cuerpo y alma a su música. "El jazz es mi vida, es lo que hago, lo que siempre quise hacer; lo he tocado desde que tenía 14 años. Fui muy afortunado al descubrir a esa edad hacia donde quería dirigirme. Muchos jóvenes tiemblan cuando piensan en lo que van a ser, pero yo nunca tuve esa duda. Siempre quise ser jazzista y el jazz ha sido muy bueno conmigo".




[1] Dizzy Gillespie murió el 6 de enero de 1993, antes de celebrarse esta entrevista. 

jueves, 1 de octubre de 2015

Otra noche en el Gran Buenos Aires, pero con Surel, Segal & Gubitsch


Como era imposible mantenerse ajeno a los acontecimientos, un día antes del concierto de Sébastian Surel, Vincent Segal y Tomás Gubitsch en el CCEK, el Núcleo Duro decidió preparar a los músicos invitándolos a una consistente ingesta de proteínas, oportunamente fijada a sus organismos mediante una variedad de cepas que fueron sometidas a la degustación. Fue así que, mientras las brasas chisporroteaban en la parrilla del Dr. H.B., su señora esposa, flamante directora de la carrera de Ciencias Políticas en la U.B.A., y un joven trompetista, Premio Konex, se abocaban a la noble tarea de freír empanadas. Fueron varias docenas que, para decir algo, fueron debidamente celebradas. Algunos, incluso, como después confesó el crítico D.F., también presente en la reunión, decidieron  motu proprio hacer de las empanadas un objeto de  celebración constante.

Acaso por sus orígenes cordobeses o por influencia rosarina, el Premio Konex, ayudado por su hermano saxofonista, dio cátedra de cómo debe hacerse un asado. Según se supo más tarde, fueron 25 kilos de carne para 23 invitados, a los que deben sumarse unas 80 empanadas y otros tantos choripanes. Concluida la velada, sólo quedaban 5 kilos de carne y unas 20 empanadas, y eso porque no se mencionan aquí las varias tortas y postres con que amorosamente se puso punto final al entrenamiento de los músicos foráneos.

A pesar de alguna que otra versión aislada, Tomás Gubitsch no tuvo que responder demasiadas preguntas sobre su paso por el grupo de Rodolfo Mederos, Invisible o el segundo octeto eléctrico de Astor Piazzolla, actividades todas que se extendieron a lo largo de unos 11 meses de su ya larga vida. De hecho, como se ve en la foto que ilustra uno de los momentos del ágape, representantes de dos de las principales fuerzas políticas argentinas (aunque habría que admitir que una ya no es tan principal como la otra) se le acercaron en algún momento para departir sobre el destino que le espera a nuestra patria al cabo de las próximas elecciones. Nótese cómo, de pie y a la izquierda, el joven saxofonista hermano del Premio Konex desfila con una bandeja presuntamente de carne. Al fondo, la parrilla, vuelve a chisporrotear.



Ya promediando la comida, los invitados, separados en grupos según sus afinidades, fueron manifestando de diversas maneras el bienestar que les habían proporcionado empanadas, choris y costillares. Un muy juicioso Sr. M., por ejemplo, medita al lado del crítico D.F. y del Sr. J.B., quien, cigarro en mano, ensaya cómo sería la felicidad si alguna vez le tocara la lotería.



Por su parte, Guillermo Hernández, acaso alentado por un número de copas desproporcionadamente grande (y la evidencia de esta afirmación puede observarse sobre la mesa) y ya parcialmente descamisado, ensaya un curioso discurso en un simulacro de francés que tanto el chelista Vincent Segal (a la izquierda) como el violinista Sébastian Surel reciben con interés, aunque algo abotagados.


Contrastando con la penosa imagen que precede, puede verse cómo los músicos argentinos, hacen de su vocación un verdadero sacerdocio. En la foto se ve al Premio Konex siendo aleccionado por un ávido baterista (al que, por motivos de seguridad, nombraremos E.M:) sobre las bondades de tal o cual formación, representada en la discoteca del dueño de casa por alguna joya adquirida en Minton's. Y así se va pasando la vida.