jueves, 1 de octubre de 2015

Otra noche en el Gran Buenos Aires, pero con Surel, Segal & Gubitsch


Como era imposible mantenerse ajeno a los acontecimientos, un día antes del concierto de Sébastian Surel, Vincent Segal y Tomás Gubitsch en el CCEK, el Núcleo Duro decidió preparar a los músicos invitándolos a una consistente ingesta de proteínas, oportunamente fijada a sus organismos mediante una variedad de cepas que fueron sometidas a la degustación. Fue así que, mientras las brasas chisporroteaban en la parrilla del Dr. H.B., su señora esposa, flamante directora de la carrera de Ciencias Políticas en la U.B.A., y un joven trompetista, Premio Konex, se abocaban a la noble tarea de freír empanadas. Fueron varias docenas que, para decir algo, fueron debidamente celebradas. Algunos, incluso, como después confesó el crítico D.F., también presente en la reunión, decidieron  motu proprio hacer de las empanadas un objeto de  celebración constante.

Acaso por sus orígenes cordobeses o por influencia rosarina, el Premio Konex, ayudado por su hermano saxofonista, dio cátedra de cómo debe hacerse un asado. Según se supo más tarde, fueron 25 kilos de carne para 23 invitados, a los que deben sumarse unas 80 empanadas y otros tantos choripanes. Concluida la velada, sólo quedaban 5 kilos de carne y unas 20 empanadas, y eso porque no se mencionan aquí las varias tortas y postres con que amorosamente se puso punto final al entrenamiento de los músicos foráneos.

A pesar de alguna que otra versión aislada, Tomás Gubitsch no tuvo que responder demasiadas preguntas sobre su paso por el grupo de Rodolfo Mederos, Invisible o el segundo octeto eléctrico de Astor Piazzolla, actividades todas que se extendieron a lo largo de unos 11 meses de su ya larga vida. De hecho, como se ve en la foto que ilustra uno de los momentos del ágape, representantes de dos de las principales fuerzas políticas argentinas (aunque habría que admitir que una ya no es tan principal como la otra) se le acercaron en algún momento para departir sobre el destino que le espera a nuestra patria al cabo de las próximas elecciones. Nótese cómo, de pie y a la izquierda, el joven saxofonista hermano del Premio Konex desfila con una bandeja presuntamente de carne. Al fondo, la parrilla, vuelve a chisporrotear.



Ya promediando la comida, los invitados, separados en grupos según sus afinidades, fueron manifestando de diversas maneras el bienestar que les habían proporcionado empanadas, choris y costillares. Un muy juicioso Sr. M., por ejemplo, medita al lado del crítico D.F. y del Sr. J.B., quien, cigarro en mano, ensaya cómo sería la felicidad si alguna vez le tocara la lotería.



Por su parte, Guillermo Hernández, acaso alentado por un número de copas desproporcionadamente grande (y la evidencia de esta afirmación puede observarse sobre la mesa) y ya parcialmente descamisado, ensaya un curioso discurso en un simulacro de francés que tanto el chelista Vincent Segal (a la izquierda) como el violinista Sébastian Surel reciben con interés, aunque algo abotagados.


Contrastando con la penosa imagen que precede, puede verse cómo los músicos argentinos, hacen de su vocación un verdadero sacerdocio. En la foto se ve al Premio Konex siendo aleccionado por un ávido baterista (al que, por motivos de seguridad, nombraremos E.M:) sobre las bondades de tal o cual formación, representada en la discoteca del dueño de casa por alguna joya adquirida en Minton's. Y así se va pasando la vida.

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