domingo, 28 de febrero de 2016

Sobre la nueva edición de "A Love Supreme"

Archie Sheep y John Coltrane
Diego Fischerman publicó hoy, en Página 12, el siguiente comentario sobre la edición local de A love supreme, de John Coltrane. Puede leerse a continuación.









La belleza como una erupción volcánica

John Coltrane no tenía fama de hablar demasiado. Archie Shepp, el saxofonista que él logró que grabara para el sello Impulse, aparecía como su contracara exacta. Si para el primero la cuestión de la negritud era algo asumido casi en privado y limitado al terreno musical –el tema “Alabama”, escrito a raíz del asesinato de cuatro chicas a causa del ataque del Ku Klux Klan a una iglesia de ese estado, incluido en el álbum Live at Birdland, era una declaración algo inusual–, para Shepp, “el portavoz del black power en la música”, según Leroi Jones, nada había que no pudiera ser expuesto, dicho, recitado, gritado o actuado.

Si la carrera del primero, en poco más de diez años, siguió el rumbo algo espiralado que tenían sus solos desde un principio, rodeando un motivo, desarrollándolo hacia adentro, volviendo a él en variaciones mínimas y constantes y en una suerte de progresiva reconcentración, la de Shepp, alrededor de un sonido de saxo tenor poderoso, contundente, admitiría todo lo que pudiera ser leído como cultura negra: canciones gospel y spirituals, blues clásico, música de teatro, marchas de Sousa, el culto a Ellington, bossa nova, canto percusivo, poemas, discursos y, claro, homenajes a Coltrane.

En 1965 Shepp intentaba hablar con Bob Thiele, el director del sello Impulse, y le decían, de manera invariable, que había salido a comer. “Una vez llamé y me dijeron que había salido a comer pero volvía en una hora: John (Coltrane) había hablado con él y eso cambió las cosas”, contaba Shepp en una entrevista publicada por la revista Jazztimes el 29 de mayo de 2012. Y es que en ese año, el mismo en que se editó A Love Supreme, el disco de Coltrane donde Shepp tocó junto a él en varias tomas luego descartadas, también se grabó Fire Music, de Shepp, una obra que el New York Times incluyó en su Essential Library of Jazz.

Sobre el final del año pasado, conmemorando los cincuenta años de su registro, salió a la venta una exquisita nueva edición de A Love Supreme. Y la buena nueva es que allí estaban, por primera vez de una manera articulada y de alguna manera integradas a la obra original, todas las tomas en las que participaba Shepp, con el agregado de Art Davis en contrabajo, anticipando de alguna manera el big bang que Coltrane legaría un año después en Ascension, donde en el marco de una atípica big band volverían a encontrarse. A Love Supreme no es un disco más de Coltrane. Tiene una unidad motívica, una fuerza aglutinante y un sentido espiritual que lo hacen único en más de un sentido. Como el propio saxofonista decía, su música no era fácil (“Debes entrar en la música lentamente; no siempre ella te recibe con los brazos abiertos”). Sin embargo, A Love Supreme fue rápidamente canonizado. En el mismo año de su salida tuvo dos candidaturas al Grammy, como mejor disco y mejor composición (perdió una a manos de Ramsey Lewis y la otra se la arrebató Lalo Schifrin) pero, más importante para el mundo del jazz, no solo ganó tres categorías en la encuesta de críticos de la revista especializada Down Beat sino que ocupó la tapa con la leyenda “el año de Coltrane”.

Ese disco ocupa un lugar único, en la producción de Coltrane pero también en la historia de la música, y es, desde ya, un mito. No obstante, es imposible aislarlo o entenderlo sin el contexto de su entorno –hay allí un notable registro del espíritu de una época– y, sobre todo, del resto de la obra del saxofonista. Si se piensa en el ciclo que comienza con su participación en el quinteto y luego el sexteto de Miles Davis, y sus primeros discos solistas para el sello Prestige, además de su histórico Blue Train de 1957, para Blue Note, y su extraordinario raid para Atlantic –-con piezas claves como Giant Steps, grabado a fines de 1959 y publicado el año siguiente; Coltrane Jazz, con registros de 1959 y 1960 y donde aparecen por primera vez junto a él, en una grabación de estudio, “Village Blues”, el pianista McCoy Tyner y el baterista Elvin Jones; Coltrane Plays The Blues o The Avant Garde, con el trompetista Don Cherry–, el estilo de Coltrane es un relato en constante evolución pero sus principios constructivos están presentes desde el primer momento.

A Love Supreme es el cuarto disco de estudio del cuarteto que había acabado de conformarse en 1961 –en varias grabaciones anteriores el contrabajista es Steve Davis, en lugar de Jimmy Garrison– y que quedaría como uno de los más sólidos, creativos e influyentes de la historia. Y es que además de la extraordinaria interacción que les permitía moverse como electrones libres sin jamás perder de vista el núcleo, tanto Tyner como Jones fueron dueños de dos de los estilos más fuertes y reconocibles del jazz. El pianista, con sus veloces sucesiones de cuartas, sus acordes casi percusivos, su fraseo en líneas de gran extensión y una afluencia torrencial de ideas, y el baterista con una polirritmia heredera de Max Roach y Roy Haynes pero disparada hasta el mismo abismo, fueron, en todo caso, parte central del sonido que desemboca en A Love Supreme pero que tampoco se agota allí. El sentido final del álbum, en todo caso, se completa con sus ramificaciones y secuelas: Transition, The Quartet Plays, First Meditations for Quartet.

La historia del jazz es una historia escrita en gran medida en discos. La cultura de las listas con “los mejores”, que el rock hizo suyas, vienen de allí. Y, con inmensas variaciones entre unas y otras, en todas las que intentan una taxonomía de lo más importante del género hay sólo dos títulos que se repiten en todas: Kind of Blue, de Miles Davis, y A Love Supreme, de John Coltrane. Demás está decirlo, en ambos el saxofonista tenor es el mismo. Los aniversarios redondos son ocasiones propicias para que los devaluados grandes sellos realicen ediciones especiales cuyo sentido último es, finalmente, desalentar ediciones independientes que poco tendrían para ofrecer a su lado. Sony, actual propietaria de Columbia, se adelantó en un año a la entrada del disco de Miles en el dominio público (en todo el mundo, salvo en la Argentina, son cincuenta años, y se refieren no al derecho de autor sino tan solo al de la edición discográfica) y publicó, en 2008, un Kind of Blue que, entre otras cosas, incluía, además de un lujoso libro, el vinilo de alto gramaje. Para el de Coltrane, Universal, la responsable de los catálogos de Verve, MCA e Impulse –que se fueron absorbiendo unos a otros a lo largo de las últimas décadas– ideó dos ediciones, una de dos CD y otra de lujo, con tres, ambas subtituladas The Complete Masters y ninguna de ellas igual al álbum doble que ya había publicado en 2002. La que acaba de ser editada en la Argentina, con presentación y sonido iguales a la internacional, es la de dos. El disco ausente es el que contiene la grabación de la actuación del cuarteto en el Festival Mundial de Jazz Antibes, en Francia, tocando el material de A Love Supreme, que ya había formado parte de aquella edición de hace catorce años.

El primer disco es, obviamente, el A Love Supreme original, grabado en stereo y masterizado con inmejorable criterio por Kevin Reeves, con dos agregados de importancia dudosa: las tomas de referencia mono de las partes tercera y cuarta, “Pursuance” y “Psalm”. Por lo tanto, el eje de la cuestión es el segundo de los discos. Allí hay también bastante morralla: tres versiones de las sobregrabaciones de la parte vocal en la que Coltrane recita el mantra “A Love Supreme”, tomas alternativas y fallidas del cuarteto y las mencionadas grabaciones en el formato de sexteto, con el agregado de Shepp y Art Davis, algunas de ellas ya incorporadas en la edición de 2002. En rigor, sólo cuatro pistas –unos 23 minutos– estaban absolutamente inéditas hasta el momento: dos tomas completas del movimiento inicial, “Acknowledgement”, en versión de sexteto, y dos tomas fallidas breves, una interrumpida por diálogos y la otra por una entrada falsa. Las dos tomas con Shepp ya incluidas en 2002 no acababan de cuajar y, más allá de la valoración por este saxofonista y del interés para los coleccionistas, no costaba imaginarse por qué habían sido finalmente descartadas. La contundente unidad (unidad lograda desde lo diverso) del cuarteto allí faltaba. Las dos que se agregan en esta versión son mejores y, en particular, por los solos de Coltrane. Uno de ellos, el de la toma final y más larga, es magistral. Tal vez resulte poco para justificar la compra, si es que el interesado ya posee A Love Supreme y más si tiene la edición de 2002. Y quizá no. Por la cuidadosa presentación y el sonido, desde ya. Pero, lejos del último lugar en importancia, los dos solos de Shepp, aun con su choque un poco frontal con el estilo ya consolidado del cuarteto, y ese solo final de Coltrane, en la toma alternativa del sexteto que dura más de 12 minutos (Pista 12 del segundo disco), no se miden en segundos sino en belleza. Una belleza extraña, esquiva en el comienzo. Rugosa, resistente. No la belleza de lo decorativo. Más bien, la de las erupciones volcánicas. La de la creación.


lunes, 15 de febrero de 2016

Programación de jazz en París para los próximos meses

La programación de conciertos de jazz en París para los próximos dos meses está llena de opciones. El blog de la disquería Minton's, siempre atento a las necesidades de sus usuarios, plantea entonces las siguientes alternativas:

Eric Alexander

Duc des Lombards:
42 rue des Lombards, 75001

22/23 de febrero : Eric Alexander / Vincent                                    Herring Quartet
 7/ 8 de marzo    : Eric Legnini New Trio
 19  de marzo     : Ralph Alessi & Balda                                          Quartet
29/30 de abril     : Ernie Watts Quartet


New Morning
7/9 rue des Petites Écuries, 75010

 1 de marzo : Avishai Cohen Quartet
10 de marzo : Kenny Barron Trio
16 de marzo : Crhistian McBride Trio
21 de marzo : Chris Potter Quartet
22 de marzo : The Cookers (Eddie Henderson,    David Weiss, Billy Harper, Donald Harrison, George Cables, Cecil McBee y Billy Hart)
29 de marzo : Roy Hargrove 5tyet.
12 de abril    : Joey De Francesco Organ Trio
14 de abril    : Bireli Lagrene Quartet


Ed Cherry
Sunset/Sunside
60 rue des Lombards, 75001

20 de febrero  :   Ed Cherry Trio
 3 de marzo     :  Claudia Quintet
 4 de marzo     :  Giovanni Mirabassi Quartet
12/13  de marzo : Jeremy Pelt, Steve Nelson, Peter Washington, Danny Grisset, Bill Stewart
25 de marzo    : Franco D'Andrea Trio
26 de marzo    : René Urtreger Trio &                                         Geraldine Laurent
1/2 de abril      : Lew Tabackin Trio
15/16 de abril  : Giovanni Mirabassi Quartet
  16 de abril     : Jon Irabagon, Mark Helias & Barry Altschull
  22 de abril     : Enrico Pieranunzi, André Ceccarelli & Diego Imbert

Por supuesto que la programación de estos tres templos del jazz parisino no agotan llos conciertos posibles en la capital de Francia.

De hecho, el 26 y 27 de febrero se presenta Terumasa Hino en la Maison de la Culture de Japon y el 5 de marzo Cecile McLorin Salvant estará en la Grand Salle de la Philarmonie 1 con Anat Cohen, Mélissa Aldana, Ingrid Jensen, Renée Rosnes, Linda Oh y Terry Lyne Carrington. Y el 20 de marzo estará el Steve Potts All Stars en los Ateliers de Chaudron. Y el 26 de marzo será el turno de Roy Hargrove, que se presenta en el Espace Carpeaux, y de Marc Ducret, que tocará en Le Triton de Les Lilas. Y el 5 de abril Marcus Miller se presenta en el Olympia, donde,como se ve en la foto, para julio ya están promocionando los conciertos de Taj Mahal, pero no es lo único. El 26 de abril, por ejemplo, en La Grand Salle de la Philarmonie está el Kenny Garrett Quintet, que repite el 13 de mayo en la Maison des Arts de Creteil. Y en el Carré Belle Feuille, de Boulogne Billancourt, el 20 de mayo está Chucho Valdez. Y en el Theatre de Chatelet, el 13 de junio actúa Bobby McFerrin. Y, nuevamente en el Olympia, el 1 de julio está George Benson, a quien, en el mismo teatro, siguen Diana Kral (el 6) y Buddy Guy (el 7). O sea, están todos avisados.


miércoles, 10 de febrero de 2016

El grotesco sesenta aniversario de la Académie du Jazz en el Theatre Chatelet

La Académie du Jazz es una institución francesa, fundada en 1955, que se presenta a sí misma como "barómetro de la vida del jazz en el plano nacional (y, en buena medida, también intenracional) y  un instrumento de promoción tal como lo desearon sus fundadores". Desde sus orígenes tuvo como presidentes a André Hodeir, Maurice Cullaz, Claude Carriere y Francois Lacharme, quien va por su segundo mandato.

Entre otras cuestiones, todos los años entrega una serie de premios entre los que destacan el Django Reindhardt (que se otorga al músico francés del año), el Gran Premio de l'Académie du Jazz (para el mejor disco del año), el Premio del Disco Francés (para el mejor disco grabado por un músico francés), el Premio al Músico Europeo (recompensa que se concede por la totalidad de una obra y por la actividad reciente de un músico), el Premio a la Mejor Reedición o al mejor disco inédito, el Premio al Jazz Clásico, el Premio al Jazz Vocal, el Premio al Soul, el Premio al Blues y el Premio al Libro de Jazz del año.

Tantos premios son entonces ideales para un festejo, y en el caso de este año de aniversario redondo, para una gala en la que participaron una serie de figuras fundamentalmente francesas, premiadas en años anteriores. La celebración se llevó a cabo en el Theatre Chatelet, una de las grandes salas municipales dedicadas a la música en París. Fue el lunes 8 de este mes, en un teatro no tan lleno como seguramente esperaban los académicos.

Hubo un discurso de Francois Lacharme, quien, de riguroso traje, dijo que observaba con agrado que las polillas no se lo hubieran comido, dando así a entender lo informal que era en su vestimenta habitual. Luego, claro, se refirió a los muchos y variados sponsors de la velada y a los muchos contribuyentes a las arcas de la Académie, entre los que figuraban poderosas empresas nacionales como la Fondation BNP Paribas, FIP, las asociaciones recaudadoras como la SACEM y SPEDIDAM, el Instituto Goethe, la alcaldía de París y el Ministerio de Cultura y Comunicación de Francia.

Foto: J.F.
El espectáculo se dividió en dos partes, con un prolongado entreacto un tanto inexplicable. En la primera parte hubo una suerte de supergrupo de laureados por la Académie: René Urtreger en el piano (laureado 1961), Eric Le Lann en trompeta (laureado 1983), Airelle Besson en segunda trompeta (laureada en 2014), Stéphane Guillaume en saxo tenor (laureado en 2009), Pierrick Pedron en saxo alto (laureado en 2006), Geraldine Laurent  en saxo alto (laureada en 2008), Henri Texier en contrabajo (laureado en 1977) y Simon Goubert en batería (laureado en 1996). 

Geraldine Laurent
Luego de un tema en piano solo a cargo de Urtreger, el inusual grupo se dedicó a tocar standards, fundamentalmente identificados con el bebop, alternando grupos con todos los integrantes de la banda y participaciones solistas, y otros grupos más chicos, compuestos como tríos, cuartetos y quintetos. Dejando de lado la calidad de Urtreger y el inmenso trabajo de Texier, corresponde destacar a una asombrosa Geraldine Laurent (nacida en 1975, frecuente colaboradora de Aldo Romano), que, con un manejo urgente del instrumento, acusaba una fuerte impronta parkeriana y rezumaba modernidad, destacándose por encima de sus colegas, acaso más experimentados, Y esa primera parte fue, decididamente, lo mejor del show.


La segunda parte fue precedida por el palmares de este año. Empezó con la propia Geraldine Laurent, quien ganó con At Work, la categoría de disco de jazz francés del año. En {el también tocan  Paul Lay (piano), Yoni Zelnik (contrabajo)  y Donald Kontomanou (batería).

Asimismo, se mencionó que el ganador al disco del año fue Fred Hersch por Solo, editado por Palmetto y, a estas alturas, ya en Minton's. Se sumó a esto The Complete Concert By the Sea, de Erroll Garner, como mejor reedición del año.

Paul Lay
La premiación incluyó también al mejor músico europeo y el premio recayó en el inglés John Surman, quien además de agradecer, dijo sentirse especialmente nervioso porque siendo un rosbiff (nombre peyorativo que los franceses usan para referirse a los británicos), ahora se sentía muy responsable de lo que fuera a tocar.

El premio al mejor jazz clásico le  tocó a André Villéger, pianista de la Duke Orchestre, quien agradeció y se retiró rápidamente. Se mencionó asimismo que el premio de jazz vocal corresponía a la ultrapromocionada Cécile McLorin Salvane, y que el libro de jazz del año había sido Lady in Satin, de Julia Blackburn. Y llegó el turno del premio Django Reinhardt, que fue para Paul Lay, un muy joven pianista a quien se invitó a tocar y quien ofreció una versión verdaderamente circense de "Tea for Two", exagerada, ampulosamente virtuosa y del todo olvidable, pero que levantó una ovación del auditorio.

Foto: J.F.
Terminada esa parte, apareció la Duke Orchestra, dirigida por un histriónico Laurent Mignard. quien, para los amantes de este tipo de datos, se formó con Eric Schultz, Jean Gobinet, François Théberge, Albert Mangelsdorff, David Liebman, Bill Dobbins, David Angel, François Jeanneau y Jean Michel Bardez. Desde 2003 dirige la formación con la que se presentó, enteramente dedicada a la música de Duke Ellington, la cual, como si se tratara de una versión big band de Danger Four (los uruguayos que imitan a los Beatles hasta en sus menores detalles), se ocupa de copiar el estilo histórico de cada una de las formaciones ellingtonianas, con instrumentistas virtuosos que suenan a Paul Goncalves, Harry Carney, Ben Webster, etc. Así, con Villéger en el piano, pasó por cada uno de los distintos momentos de Ellington, animando al público cuando el fragmento así lo indicaba, a que acompañara batiendo palmas. 

John Surman como solsia              Foto: J.F.
Digamos que un tema así estaba bien. Dos también. Tres empezaba a cansar. Por eso, al cuarto tema, el director llamó a John Surman. Y entonces cambió todo. Le tocó interpretar en soprano"Passion Flower". Lo hizo con una larga introducción muy similar a esos largos coros de sus discos y poco a poco entró la orquesta para tratar de seguir el arreglo original, que Surman obligó a cambiar haciendo que, finalmente, el ensamble sonara a algo distinto que a un disco de hace sesenta años. Fue, claramente, el mejor momento de la orquesta. 

De vuelta al Ellington de los discos y a los distintos solos, ahora copiados a Johnny Hodges, Cat Anderson y curiosamente a Sam Woodyard, cuya batería fue presentada --sí, el lector está leyendo correctamente-- como si el espíritu de su primer dueño (ahora es propiedad de la orquesta) estuviera presente en espíritu. 

Y vino un segundo invitado. En este caso, el semiretirado Jean-Luc Ponty, que no tocó Ellington sino temas propios, arreglados especialmente para la orquesta. Y hubo un tercer invitado, un tal Sanseverino, quien pretendió hacer un número cómico de scat, que resultó absolutamente horrible, aunque tal vez apropiado a la curiosa idea que los franceses tienen del humor.

En suma, una noche grotesca, con buenos momentos (pocos) y un autobombo perfectamente compatible con aquellas veladas inolvidables presididas por el extraño Alejandro Romay cuando era dueño de Canal 9. 



domingo, 7 de febrero de 2016

El Tony Malaby's Tubacello y el Oliver Lake Organ Quartet en Choisy-le-Roi

Choisy-le-Roi está a unos 12 km de París, lo que traducido al R.E.R. (tren interurbano) implica unos 16 minutos de confortable trayecto. Allí tuvo lugar el concierto al que el emisario de Minton's asistió, acompañado de su amable chasirete Eliane Chamber-Loir. La sala Paul Eluard, a la que se llega cruzando el Sena por una pasarela que sale de la estación, además de cómoda es amplia. El escenario también.

La primera parte del concierto tuvo como protagonista al Tony Malaby's Tubacello, grupo integardo por Bob Stewart (tuba), Christopher Hoffman (violoncelo) y John Hollenbeck (batería, percusión y piano preparado), además del propio Malaby en saxo tenor y soprano.

Foto:J.F.
A los 71 años, Bob Stewart es toda una institución. Si uno se limitara a mencionar los nombres de Charles Mingus, Gil Evans, Carla Bley, Charlie Haden, Lester Bowie, Muahl Richard Abrams, Dave Murray, Dizzy Gillespie, McCoy Tyner, Arthur Blythe, Freddie Hubbard, Don Cherry, Wynton Marsalis y Bill Frisell (aunque la lista podría ser mucho más extensa e incluir, por ejemplo Uri Caine, o a Sam Rivers, o a Taj Mahal, con quien formó un curioso grupo de banjo y tubas) tal vez bastaría para explicar que se trata de uno de los más importantes intérpretes de su singular instrumento (el otro es Howard Johnson).


Foto: J.F.

Compositor y celista, Christopher Hoffman ha trabajado con artistas tan disímiles como Yoko Ono, Marianne Faithgull, Ryan Adams, Dar Williams, John Zorn, Voladores, Nate Wooley, Henry Threadgill's Zooid, Marc Ribot's Film Noir, además de integrar sus propios grupos: The Silver Cord Quintet, Magic Wells y Company of Selves. Frecuente colaborador de Martin Scorsese (para quien ha trabajado en numerosos filmes) es, asimismo, co-fundador del sello Hundred Pockets Records.




Foto: Eliane Chamber-Loir
De John Holenbeck también podrían decirse muchas cosas. Compositor y percusionista, es el cerebro alrededor del cual se constituye el Claudia Quintet, además del líder del John Holenbeck Large Ensemble, el grupo Jass, el Blind Date Quartet, el Refuge Trio y otras formaciones igualmente prestigiosas. Sus servicios fueron igualmente requeridos por Bob Brookmeyer, Fred Hersch, la Village Vanguard Orchestra, Kenny Wheeler, etc.

El concierto consistió en tres temas, oportunamente anunciados por Malaby no sin humor. Cada uno se ordenaba a partir de estructuras precisas que luego cedían un amplio espacio para la improvisación, que, a su vez, se resumía en una nueva estructura. 

Alternando entre ambos saxos, Malaby confirmó una vez más por qué es uno de los mejores saxofonistas de la actualidad: a su energía francamente deslumbrante sumó cada vez orden e inteligencia. Holenbeck, por su parte, tocó en numerosos pasajes la batería y el piano preparado, finalmente otro instrumento de percusión, al mismo tiempo. Hoffman fue en todo momento un perfecto antagonista para Malaby, al que, no obstante se unió para largos y complejos pasajes al unísono. Bob Stewart ancló al grupo en todo momento, permitiéndose hacia el final del show, un excelente solo. 

Foto: J.F.

Al final, luego de los saludos, Fondebrider se acercó a Malaby para saludarlo. El saxofonista se acordaba perfectamente de sus días en Buenos Aires y dijo que había una invitación para ir a tocar allá en noviembre y que era bastante probable que se hiciera.

Foto:J.F.


La segunda parte del show tuvo como protagonista al Oliver Lake Organ Quartet recreando el repertorio de Jackie McLean y Eric Dolphy. El grupo está compuesto por Lake en saxo alto, Freddie Hendrix en trompeta, Jared Gold en Hammond B-3 y Chris Beck en batería. 

Con 73 años, Lake sigue siendo una de las grandes referencias del jazz contemporáneo. Y si hoy toca menos y deja mucho espacio a sus muy jóvenes compañeros, cuando toca lo hace con una notable autoridad y en todos los registros posibles. Austero, sólo se acercó al micrófono para presentar un tema de Mal Waldron, compuesto para Eric Dolphy, y para agradecer al público.

El grupo incluye al organista Jared Gold, quien a la fecha lleva grabados como líder los álbumes  Solids & Stripes (2008), Supersonic (2009), Out of Line (2010), All Wrapped Up (2011), Golden Child (2012), Intuition (2013) y JG 3+3 (2014), además de haberse presentado junto a John Abercrombie, Ed Cherry, Adam Nussbaum, Don Brade y Ralph Peterson, entre muchos otros.

Foto: J.F.


Por su parte, Freddie Hendrix (que no debe ser confundido con su homónimo también trompetista, de Nueva Jersey) demostró ser un músico extraordinario con un enorme futuro por delante. 

Otro tanto puede decirse de Chris Beck, un baterista de una solidez fantástica, siempre preciso y muscular, que trabajó con David Murray, Ed Cherry, Curtis Fuller, Charles Fambrough, Tim Warfield, Terell Stafford, Nicholas Payton, Orrin Evans, Cyrus Chestnut, Wydcliffe Gordon, Mark Whitfield y muchos artistas de rhythn & blues y soul, como Martha Reeves y Macy Gray, entre muchísimos otros.

En síntesis, un grupo ajustado, lleno de ideas y, asismismo, una recreación contemporánea de músico compuesta y grabada hace varias décadas. En todo caso, una velada llena de alternativas y grandes músicos..




2014). 



miércoles, 3 de febrero de 2016

Jemeel Moondoc, Joe McPhee y Matthew Shipp en Arcueil

Situada a unos 2 km de París, Arcueil es otra de las comunas que integran el Val de Marne. Su nombre invoca los arcos construidos por los romanos para llevar agua a Lutecia en la antigüedad. Y fue precisamente debajo de esos arcos donde el Dr. Barreiro, su señora esposa y el fiel Fondebrider se perdieron cuando intentaban llegar al concierto que iba a desarrollarse en el Espace Jean Vilar, en la 1 rue Paul Signac. Y tanta precisión viene a cuento porque, luego de 40 minutos de espera en la estación Les Halles, se anunció por los parlantes que el R.E.R. (tren interurbano) estaba demorado por alguien que había decidido suicidarse en sus vías. Mientras esto ocurría, la gente iba aglomerándose en el andén (era hora pico) y el futuro se veía negro sardina. Finalmente, llegó el tren y todos entraron a presión (exactamente como si se tratara de la citada conserva) hasta que las estaciones fueron sucediéndose y la aglomeración, aumentando. Escupidos, que no descendidos del tren en Arcueil, Fondebrider procedió a preguntarle a una mujer dónde estaba el teatro, a lo que la mujer informó mal. Llegados a un callejón de terrible catadura, otra mujer a la que se le preguntó aumentó la confusión. Cuando todo auguraba lo peor, apareció una chica que informó que el Espace Jean Vilar estaba del otro lado de las vías, que había que desandar todo el camino hecho, etc. A cinco minutos de que empezara el show, los Barriero y Fondebrider retrocedieron hasta volver al punto de partida. Allí, la esposa de Barreiro (a la que para abreviar llamaremos Elsa) y Fondebrider se dedicaron científicamente a estudiar un plano del barrio, mientras el Dr. en perfecto castellano de San Isidro (o sea, con una papa parcialmente masticada en la boca) le preguntó a un señor polaco por el lugar, y éste último contestó en mal francés, que milagrosamente la mente afiebrada del Dr. tradujo para los demás. "¿Vieron? Y hablando apenas castellano", dijo triunfante. Y así fue como el Dr. Barreiro guío a la comitiva al Espace Jean Vilar, al que entraron en el preciso momento en que el show estaba por comenzar.



La primera parte estuvo a cargo del grupo liderado por Jemeel Moondoc (saxo alto), con Matthew Shipp (piano), Hilliard Greene (contrabajo) y Newman Taylor Baker (batería). Moondoc, nacido en Chicago en 1951, entró caminando como si tuviera una hernia de disco mal curada, con un sombrero de gnomo y una cara ad hoc, y subió con dificultad al taburete que le habían destinado para que descansara su minúscula humanidad. Y ahí se termina toda la ironía, porque lo que siguió fue un show absolutamente extraordinario, a cargo de un grupo francamente excepcional con un Moondoc en forma, para no hablar del resto del grupo.

Ahora bien, si uno cree haber visto grandes pianistas (y de hecho en el jazz hay muchos), Matthew Shipp (1960) es un prodigio de inteligencia, recursos y sutileza. Por su parte, Hillard Geene (1958), un veterano de Berklee que tocó con Steve Swell, Gebhard Ullmann, Barry Altschul, Dave Douglaqs, Klaus Kugel, Perry Robinson y Charles Gayle, entre otros, fue la columna vertebral del grupo y quien principalmente marcó los cambios de ritmo en una velada que, fuera de algún standard de Coltrane, estuvo principalmente dedicada al blues. Newman Taylor Baker (1943), integrante de los grupos de Billy Harper, Henry Threadgill, Billy Bang, Henry Grimes, Leroy Jenkins fue el acompañante ideal y, para sorpresa de los presentes, se dedicó a explorar la parte de abajo de la batería, tocando los tambores al revés y alternando las baquetas y escobillas... con cucharas de cocina. 

Esa primera parte fue tan buena que Fondebrider, que nunca exagera, le comentó al Dr. Barreiro que había sido uno de los mejores conciertos que recordaba haber visto. El Dr., que a pesar de haber averiguado que "¿Tocá jazz!" en francés se decía "Jouez jazz!" no tuvo que recurrir a su conocimiento de lenguas, estuvo de acuerdo. En el entreacto, antes de que ambos huyeran a ver los discos en el stand de Rogue Art especialmente dispuesto en el hall, tuvieron tiempo de documentar su paso por el Espace Jean Vilar con el claro objetivo de enviarle la foto a Guillermo Hernández, presente en espíritu, que no en su abultada humanidad de campera roja. 


La segunda parte del show fue muy interesante, pero, a pesar de la intensidad desplegaa, no pudo empardar lo que los emisarios de Minton's vieron en la primera parte. Se presentaba The Bridge, en su versión n| 11; vale decir, un grupo conformado por músicos estadounidenses y franceses, que, con distintas formaciones, se presenta dos veces por año en los Estados Unidos y dos veces en Francia. El grupo que tocó en el Espace Jean Vilar estaba integrado por Joe McPhee (saxo tenor y trompeta pocket), Daunik Lazro (saxo barítono), Joshua Abrams (contrabajo y guembri), Guillaume Séguron (contrabaja) y Chad Taylor (batería y m'bira). Tocaron un único tema, que les llevó algo así como una hora y cuarto, cuyos cambios estaban determinados sistemáticamente por la batería de Taylor.(para más datos, integrante del Chicago Undergroun Duo con Rob Mazurek, del trío de Marc Ribot y Henry Grimes, y acompañante de Dave Liebman, Fred Anderson, etc.). Tanto en la m'bira (instrumento de Camerún al que en castellano se suele llamar kalimba) como con su potente batería era el responsable de fijar la dirección que asumirían los saxos y los contrabajos. 

Por supuesto que el gasto mayor quedó a cargo de Joe McPhee quien, a sus 76 años, mostró una forma francamente envidiable. La naturaleza hímnica de todo lo que tocaba hacía pensar en Albert Ayler y su discurso en todo momento era perturbado por las frecuentes intervenciones de Daunik Lazro, también influido por Ayler y frecuente colaborador de Saheb Sarbib, George Lewis, Jean-Jacques Avenel, etc. Por su parte, Abrams, uno de los contrabajistas estadounidenses más importantes de la actualidad y Séguron, discípulo de Jean-Francois Jenny Clark, tuvieron espacio suficiente para hacer diversos dúos con y sin arco.

En un momento especialmente denso de la interpretación, el Dr. Barreiro le preguntó a Fondebrider: "¿Cómo se decía 'Tocá'?". Pero aparentemente la cosa no fue para tanto porque un cambio de atmósfera hizo que prestara atención y comentara lo bueno que era el baterista.

Terminado el show, los Barreiro y Fondebrider buscaron la estación del R.E.R. y volvieron a París. Ellos bajaron en Saint-Michel. Fondebrider siguió hasta la Gare du Nord. Todos se perdieron en la llovizna que, como todas las noches, caía sobre París.